"La mente suele colocar en un pináculo inaccesible al Dalai Lama, Sri Dass o Sai Baba para poderlos idealizar a piaccere. La idealización cumple una doble función fantasiosa: la vivencia ilusoria de nuestros deseos en el plano mental, y el apartamiento del mundo material o físico alegando una supremacía al mundo "espiritual". Las personas que se consideran a sí mismas espirituales por lo general nunca lo son. Sólo juegan simplemente a no realizar sus propias fantasías, porque tienen miedo a perderlas como fuente última del cumplimiento de deseos o anhelos que obedecen a determinados planos existenciales. Escondida en su interior existe una sensación de miedo al fracaso y al ridículo, que se niega a enfrentarse con la realidad del mundo material. Por eso lo aborrecen y no lo disfrutan. Ese enfrentamiento puede demostrarnos en un instante preciso de nuestra vida cuán insignificantes somos en nuestro interior y puede traer aparejado el dolor o, en ciertas ocasiones el fracaso.
El fracaso es simplemente la no densificación de nuestras fantasías, sueños o proyectos que no cristalizan en el mundo físico o material y, por consiguiente no se realizan. El escudo primitivo del gurú, el Santo, el guía espiritual, o el avatar que hace milagros para permitirnos fantasear con su gloria y protección es, al final de cuentas, sólo la excusa mística que necesitamos para que alguien nos de permiso para vivir, con nuestros errores y virtudes y sin miedos acumulados. Pudiendo hacer, lógicamente en última instancia, lo que queremos. El avatar, el gurú, el guía siempre es buscado en la remota India e idealizado por el mercado espiritual de utilería que se ve favorecido por la distancia. Pero lejos de ser una consecuencia de nuestra posible evolución espiritual hacia el Absoluto de la mano del mísmisimo Dios, es más bien el producto lógico de nuestras propias inseguridades. De esta forma la responsabilidad de nuestra existencia es transferida a ellos. Y nosotros, pobres tontos, pasamos por su gracia a despojarnos de responsabilidades sobre nuestros actos y, en consecuencia, a no ser responsables absolutamente de nada. Todo pasa a ser por la gracia y obra del avatar o gurú, y así también por su culpa nuestro destino está ahi, ya vendió como un boleto sin regreso a nuestro propio albedrío.
Cuando alguien viaja a la India va seguramente en busca de un maestro de meditación tibetano, de un maestro de artes marciales chino, que preferentemente nos llame "pequeño saltamontes", o de un gurú que, aunque no lo practique, nos cuente su austeridad para cerciorarnos de su conducta antimaterialista. Esto da rienda suelta a nuestras fantasías y las estimula. Por esta razón si Dios encarna debería obligatoria y compulsivamente hacerlo desde la óptica de un occidental fantasioso en la misma India, porque aquí sería inaceptable y podría ser casi degradante desde una visión especulativa del espiritualismo descafeinado, que coquetea con los intelectuales de bolsillo que hacen de la metafísica el pan de cada día.
Dios nunca podría haber nacido en Sudamérica porque estaría cerca y le veríamos defectos. Porque aparecería en la esquina preocupándose de lo que pasa, por ejemplo, con la inflación. Y Dios como lo pintan los dualistas empedernidos que quieren empecinarse en que encarne en una sola persona, debería alejarse de los problemas cotidianos, y así fomentar la fantasia de que aquello que no tenemos en realidad es porque es malo. Los Santos y los sabios no deberían, en consecuencia, ensuciarse y preocuparse de la marcha de un plan económico.
Pero resulta que Dios encarna en todas partes; es todos nosotros a la misma y única vez. Está en todos los lugares y no deja de estar en ninguno; y así las fantasías del avatar, del gurú externo que nos soluciona nuestros problemas, se transforma en simples sueños que no se materializan nunca y que cuando no son comprendidos y se los transfiere al mundo material como ya realizados en ocasiones se convierten en delirios. Comprender esto puede ser tremendo para aquellos que prefieren vivir constantemente en la ilusión de una búsqueda espiritual que no puede terminar nunca, desde el mismo instante en que el hombre no podrá jamás ser espiritual exclusivamente, mientras sea precisamente eso: "hombre".
Y como hombre, tenga tres planos de existencia: mental, espiritual y físico."
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